viernes, 25 de diciembre de 2009

1. La vida de Seishi.

Seishi intentó abrir la puerta del aula pero el pomo no giraba. Su ceño empezó a fruncirse como rutinariamente todas los días al comprobar la irritante incompetencia del delegado de clase, Yutaka, y el poco sentido común de sus compañeros restantes por haber votado por él en esas estúpidas elecciones. Dejó con sequedad la cartera y se sentó delante de la puerta a esperar a que al “presi” le diera por llegar.
Seishi Sato era un chico bastante bajito para sus 15 años. Su pelo negro le cubría la nuca y el flequillo casi hacía lo mismo con sus ojos azul marino. Parecía tímido y a veces poco sociable.
Oyó unos pasos acercarse. Sabia perfectamente de quien eran no le hacía falta ni comprobarlo, reconocería entre miles el sonido de esas pisadas.
- Buenos días Seishi.- dijo el chico sentándose al lado del mencionado- ¿Yutaka vuelve a no venir a su hora?
-No, lo que pasa es que estoy aquí sentado esperando a que alguien me eche una limosnita- bromeo intentando parecer ingenioso.- Pero la gente es muy poco solidaria.
-Gentucilla- musitó el chico con una amplia sonrisa.
Minato Meiji, así se llamaba, era de lo más distinto a Seishi. Él era alto, para empezar.
Con el pelo rojo, corto y alborotado. Y sus ojos del color del café. No solo en la apariencia sino en la personalidad también eran opuestos.
Seishi intentaba disimular, lo mejor que los nervios le permitían, el tartamudeo que en él producía la presencia de aquel chico, que como siempre sonreía conversando animadamente de su fin de semana cuando una voz algo gritona les interrumpió con estas palabras:
- ¡Ese estúpido invecil! ¡Cuando le pille juro que le meteré el despertador por el donde la espalda pierde su respetable nombre para que cuando suene le remueva la…
- Serena, serena Akaru.- cortó Minato.
-Es que es insufrible.
Otro chico apareció de detrás del agresivo Akaru. También era moreno. Hizo un gesto a Minato y a Seishi a modo de saludo y sin decir una palabra abrió la puerta. La clase era la mitad de grande que una normal. Las mesas estaban apiñadas en dos filas y a su vez agrupadas en tres grupos de dos y otros tres de tres. Al fondo una triste silla que usaban a modo de perchero.
-¡Menos mal que Kiyoshi tiene una copia de la llave!- exclamó Akaru refiriéndose al chico que aun no había hablado.
Poco a poco fueron llegando los demás alumnos de la clase, incluso el famoso delegado al que Akaru le echó una heladora mirada. Yutaka tenía el pelo color canela y usaba unas gafas de pasta que le caían bastante bien. Sin saber el alboroto que había causado por su tardanza se sentó en la primera mesa del fondo al lado de Minato y Seishi.
-¡Buenos días!- saludó a sus compañeros de fila.
-Buenas, Yutaka.- respondió el pelirrojo.
-¿No llegas un poco tarde?-replico Seishi sin despegar los ojos del libro de biología. –Akaru quiere hacerte algo que tiene pinta de doler, yo que tu hoy no me metería mucho con él.
-¿Akaru Raiku o Akaru Aizaba?
-¿Tu cual crees? “Akaru A” no podría matar ni a una mosca.
-Yo me fió de “R” más que de “A”. Nuca sabes que se esconde tras ese flequillo, el otro en cambio es muy previsible. Ya me entendéis es “un perro ladrador”.
Cuando el timbre indicó el principio de la sesión la mayoría de pupitres estaban ya ocupados por sus respectivos alumnos. En la clase eran trece chicos puesto que el colegio constaba de dos secciones, separando la masculina de la femenina. Siendo una clase pequeña era fácil de manejar, aunque se notaba la ausencia femenina en el comportamiento del curso 4-1.
Los chicos estaban sentados sin un orden empezando por la izquierda estaban los dos Akarus, que pese a llevar el mismo nombre eran el día y la noche. Al otro lado se sentaban Kenta y Kinta, los gemelos Koreto solían llamar la atención por su color de piel bastante bronceada y sus cabellos rubios claramente teñidos. Al lado de esta pareja inseparable sobraba una mesa. Detrás de los Akarus discutían, como siempre, Rioga y Kio. Y pasando el pasillo guardaban asiento Shinji, un chico muy pálido en contraste con su pelo y ojos color negro, Momoji, el pijillo ricachon, y Hatori, apodado “El Yanki” por sus rasgos occidentales que eran acentuados por su feísimo corte a tazón.
Al fondo con gesto chulesco se sentaba en una silla apoyando los pies en la otra que sobraba, Kiyoshi, un chico de lo más insociable. Y los tres últimos asientos eran ocupados por Yutaka y los dos realmente importantes: Minato y Seishi.
La mañana pasó, como hacen todas las mañanas, parecía mentira que las horas se agotaran tan rápidamente. Seishi caminaba en compañía de Minato, Yutaka y Kiyoshi de vuelta a sus casas. La verdad, no le apetecía nada llegar a ese lugar, sentía que si permanecía en él mucho se volvería completamente loco. Tenia cinco hermanas, cada cual mas excéntrica que la anterior y para colmo de sus males era el mediano. Ya se había separado de sus amigos cuando de repente dejó de ver, alguien le tapaba los ojos por detrás.
-¿Quién soy?- pregunto una vocecilla algo infantil.
-Eres Miyako- contesto él.
-Fallaste, soy Makoto- dijo otra voz parecida a la anterior.
-Sois unas tramposas eso es lo que sois.
Eran dos de sus hermanas pequeñas, las gemelas que, por desgracia para él, estaban entrando en la pubertad y no había quien las soportara.
Al entrar por la puerta otra niña se tiro a abrazarle casi arrollándole. Parecía asustada y sollozaba amenazando con llorar, no pasaba de los cinco años.
-¡Hermanito!- gritó la más pequeña de la casa mientras rodeaba a Seishi por las rodillas.
-¿Qué te pasa Suki?- preguntó una de las gemelas.
-Ya… Ya…Yaone me quiere pegar.
-Algo la habrás hecho.- dijo la otra.
-No se Yaone tiene muy mal carácter. ¿Se lo has dicho a mamá Suki?
-Si… Si pero no me hace caso.
- Entonces seguro que no es para llorar.- consoló el chico a su hermana cogíendola en brazos.- A demás si esa loca no ha venido por aquí gritando como la loca es, no estara tan enfadada.
-Bienvenidos- saludo una joven obviamente embarazada, que bajaba las escaleras del segundo piso y reía muy animada.
-Hola Miyu- contestaron los tres recién llegados.
-¿Qué le pasa a mi niña?- preguntó acercándose- La abusona de Yaone se ha metido contigo, luego se va a enterar.
-Eso no la dejes tocar al bebé- sollozó Suki.
-Claro que no la dejaré. Pero tu vas a ser como su segunda mamá ¿a que sí?
-¡Sí!- contesto la niña sonriendo ampliamente.
Miyu era la más mayor de sus hermanas y la más insensata también. Pero tenía el don de hacer que la gente sonriera.
Seishi suspiró, al fin de al cabo esa era la vida que le había tocado vivir. En el fondo se alegraba.